jueves, 10 de agosto de 2017

La Bayadera

Estas últimas semanas han estado llenas de emociones y sentimientos encontrados: finalmente me gradué de la Maestría en Investigación de la Danza, en el CENIDI Danza José Limón, tras dos intensas semanas de seminarios de investigación. Sí, es mi segunda maestría. De la primera, que me gradué en junio pasado, ya estoy titulada con mi novela Escenas de una bailarina. Y ahora se cierra un ciclo para empezar otro: el terminar la famosa tesis de investigación.  Esa camaradería de investigadores creada en la maestría seguirá viva. Agradezco estos dos años en donde además de convertir un proyecto de investigación en una realidad de conocimiento sustentado, la libertad de expresión que nos hizo compartir la pasión por la danza. Gracias a esta comunidad intelectual del CENIDID, a la dialéctica sostenida entre nuestros asesores, tutores y compañeros que nos ayudaron a enfrentarnos a retos epistemológicos con perseverancia.

Apenas me gradué y regresé a los salones de danza. Esta vez para impartir la clase de puntas y de repertorio de ballet clásico en donde realicé el remontaje del ballet Coppelia y La Bayadera con alumnos del Curso de Verano de la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea. Este último ballet me trae muy buenos recuerdos, pero a la vez revivo momentos de una tristeza inigualable en mi vida…


Había apenas llegado a Múnich, tras haber bailado doce años con el Béjart Ballet Lausanne, era como dejar mi hogar por segunda vez, la primera fue al dejar a mi Ciudad de México, y esta vez era Lausana. La capital olímpica, Lausana, se había convertido en mi residencia, había llegado cuando tenía 17 años, viví toda mi adolescencia en Suiza, crecí ahí, la compañía era mi segunda familia y además me otorgaron la ciudadanía Suiza. La ciudad de Lausana tenía y tiene todo el atractivo que cualquier artista desea para vivir en ella: calma, seguridad, el lago Leman, los hermosos Alpes y la hermandad de sus ciudadanos.

Decidí decir una vez más Adieu, Maurice, je t’aime, partir para lanzarme a un nuevo proyecto: integrar el Ballet de Baviera (Bayerisches Staatsballett) como primera solista en Múnich, y aquí todo era nuevo para mí: el repertorio, mis compañeros bailarines, mis maestros, el idioma, absolutamente todo. El ballet con el que se abriría la temporada era La Bayadera, y mi estreno en el Teatro Nacional de Múnich sería interpretando la Tercera Sombra “Dritte Schatten”. Estaba ansiosa, emocionada, como si hubiera vuelto a nacer. Recuerdo que una de esas tardes, después de largas jornadas de ensayos, llegué a mi pequeño departamento, tras haber pedaleado un par de minutos en mi bicicleta y le mostré a mi hermana Ana Lilia por Skype el video del ensayo, me dio sus impresiones y correcciones, ya que ella había interpretado y vivido este ballet. Platicamos y gozamos juntas mi nueva aventura. Esa fue nuestra última platica y la última vez que la vi. Ahora, quiero acordarme de cada palabra que me dijo, pero es como si mi mente no quisiera indagar más, es un episodio que se torna brumoso, como esa bruma en la que bajan lentamente las sombras (bailarinas) del III acto de La Bayadera, de la rampa haciendo arabesques, y port de bras en arrière, secuencia que se repite dando la impresión de que no termina nunca, como un descenso al inframundo, y fue aquello mismo lo que yo viví. La melodía de Minkus, de la variación de la tercera Sombra, me proyecta en ese instante en que mi existencia dejó de ser lo que era, en que todo tomó proporciones diferentes, toda mi vida cayó en una balanza en la que tuve que sopesar prioridades.

Para este remontaje mi memoria corporal recordó los pasos instintivamente con tan solo escuchar la música, pero también fue doloroso al haber mi espíritu corporeizado ese pesar que irrumpió en mi ser.

La danza se proyecta como la voz de mi ser,
en un cuerpo, testimonio vivo de lo que he vivido.
Cuerpo que transita por la existencia.

Capturo la danza en su vuelo,
bailares que florecen en un tiempo que no existe
que transitan en silencio,
como una imagen que se desvanece con el fluir de la melodía,
en un presente que se torna pasado.
En este delirio de realidades habito un cuerpo que me es propio.


Ahora esta Tercera variación, la mía, junto con la entrada del Vals y la Primera Coda del III acto de La Bayadera, del “Reino de las Sombras”, serán interpretadas por estas jóvenes mexicanas de diversos estados de México, todas atentas, deseosas de aprender y con la ilusión de portar su primer tutú en el escenario. Este ballet es uno de los más difíciles que existe para el cuerpo de baile y ellas han hecho un gran trabajo en tan solo dos semanas de ensayo, y será bailado en el mismo teatro que mi hermana inauguró, con el Pas de Vendages, Teatro Raúl Flores Canelo.

                                           
 Ana Lilia Díaz González inaugurando el Teatro Raúl Flores Canelo, CNA
"Pas de Vendages", Giselle.



                     Luisa Díaz, La Bayadera, con el Bayerisches Staatsballett en Múnich.

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