Estas
últimas semanas han estado llenas de emociones y sentimientos encontrados:
finalmente me gradué de la Maestría en Investigación de la Danza, en el CENIDI
Danza José Limón, tras dos intensas semanas de seminarios de investigación. Sí,
es mi segunda maestría. De la primera, que me gradué en junio pasado, ya estoy
titulada con mi novela Escenas de una
bailarina. Y ahora se cierra un ciclo para empezar otro: el terminar la
famosa tesis de investigación.  Esa camaradería
de investigadores creada en la maestría seguirá viva. Agradezco estos dos años
en donde además de convertir un proyecto de investigación en una realidad de
conocimiento sustentado, la libertad de expresión que nos hizo compartir la
pasión por la danza. Gracias a esta comunidad intelectual del CENIDID, a la dialéctica
sostenida entre nuestros asesores, tutores y compañeros que nos ayudaron a
enfrentarnos a retos epistemológicos con perseverancia. 
Apenas
me gradué y regresé a los salones de danza. Esta vez para impartir la clase de puntas
y de repertorio de ballet clásico en
donde realicé el remontaje del ballet
Coppelia y La Bayadera con alumnos del Curso de Verano de la Escuela Nacional
de Danza Clásica y Contemporánea. Este último ballet me trae muy buenos recuerdos, pero a la vez revivo momentos
de una tristeza inigualable en mi vida…
Había
apenas llegado a Múnich, tras haber bailado doce años con el Béjart Ballet
Lausanne, era como dejar mi hogar por segunda vez, la primera fue al dejar a mi
Ciudad de México, y esta vez era Lausana. La capital olímpica, Lausana, se
había convertido en mi residencia, había llegado cuando tenía 17 años, viví
toda mi adolescencia en Suiza, crecí ahí, la compañía era mi segunda familia y
además me otorgaron la ciudadanía Suiza. La ciudad de Lausana tenía y tiene todo
el atractivo que cualquier artista desea para vivir en ella: calma, seguridad,
el lago Leman, los hermosos Alpes y la hermandad de sus ciudadanos. 
Decidí
decir una vez más Adieu, Maurice, je t’aime, partir para lanzarme a un
nuevo proyecto: integrar el Ballet de Baviera (Bayerisches Staatsballett) como
primera solista en Múnich, y aquí todo era nuevo para mí: el repertorio, mis
compañeros bailarines, mis maestros, el idioma, absolutamente todo. El ballet con el que se abriría la temporada
era La Bayadera, y mi estreno en el
Teatro Nacional de Múnich sería interpretando la Tercera Sombra “Dritte
Schatten”. Estaba ansiosa, emocionada, como si hubiera vuelto a nacer. Recuerdo
que una de esas tardes, después de largas jornadas de ensayos, llegué a mi
pequeño departamento, tras haber pedaleado un par de minutos en mi bicicleta y
le mostré a mi hermana Ana Lilia por Skype
el video del ensayo, me dio sus impresiones y correcciones, ya que ella había
interpretado y vivido este ballet. Platicamos
y gozamos juntas mi nueva aventura. Esa fue nuestra última platica y la última
vez que la vi. Ahora, quiero acordarme de cada palabra que me dijo, pero es
como si mi mente no quisiera indagar más, es un episodio que se torna brumoso,
como esa bruma en la que bajan lentamente las sombras (bailarinas) del III acto
de La Bayadera, de la rampa haciendo arabesques, y port de bras en arrière, secuencia que se repite dando la impresión
de que no termina nunca, como un descenso al inframundo, y fue aquello mismo lo
que yo viví. La melodía de Minkus, de la variación de la tercera Sombra, me
proyecta en ese instante en que mi existencia dejó de ser lo que era, en que
todo tomó proporciones diferentes, toda mi vida cayó en una balanza en la que
tuve que sopesar prioridades.
Para este remontaje mi memoria corporal recordó
los pasos instintivamente con tan solo escuchar la música, pero también fue
doloroso al haber mi espíritu corporeizado ese pesar que irrumpió en mi ser. 
La danza se proyecta
como la voz de mi ser,
en un cuerpo,
testimonio vivo de lo que he vivido.
Cuerpo que transita por
la existencia.
Capturo la danza en su
vuelo,
bailares que florecen
en un tiempo que no existe
que transitan en
silencio,
como una imagen que se
desvanece con el fluir de la melodía,
en un presente que se
torna pasado.
En este delirio de
realidades habito un cuerpo que me es propio. 
Ahora
esta Tercera variación, la mía, junto con la entrada del Vals y la Primera Coda
del III acto de La Bayadera, del “Reino
de las Sombras”, serán interpretadas por estas jóvenes mexicanas de diversos
estados de México, todas atentas, deseosas de aprender y con la ilusión de
portar su primer tutú en el escenario. Este ballet
es uno de los más difíciles que existe para el cuerpo de baile y ellas han
hecho un gran trabajo en tan solo dos semanas de ensayo, y será bailado en el
mismo teatro que mi hermana inauguró, con el Pas de Vendages, Teatro Raúl Flores Canelo.
 Ana Lilia Díaz González inaugurando el Teatro Raúl Flores Canelo, CNA
"Pas de Vendages", Giselle.
                     Luisa Díaz, La Bayadera, con el Bayerisches Staatsballett en Múnich.


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