El
cuerpo y la danza
Luisa
María Díaz González
“El
mundo no es lo que yo pienso, sino lo que vivo en él”.
Merleau-Ponty
Merleau-Ponty
en su Fenomenología de la Percepción
considera que el sujeto es el resultado de su relación con el mundo que habita.
Existimos en el mundo gracias a nuestro cuerpo y éste nos permite crear una
relación de “familiaridad originaria” con el mundo. De esta forma podemos
relacionarnos con nuestros proyectos creando nuestro propio mundo personal. Merleau Ponty afirmaba: “el cuerpo no es un
objeto”. 
Los
existencialistas y los fenomenologistas estimaban que el ser humano era un
núcleo de conciencia, pudiéndosele considerar desde una dimensión abstracta o
inmaterial. Merleau-Ponty planteaba que para que el hombre pudiera comprender
su identidad como ser humano era necesario que éste se reconociera como objeto
físico, ubicado en un lugar y tiempo determinado. Lo que el ser humano percibe
lo hace a través de su dimensión particular física y, además, a través de su
realidad que es aprendida desde un punto de vista personal. 
Yo me
pregunto entonces si ¿debemos considerar al cuerpo humano como un objeto o como
un sujeto? 
La
existencia del individuo es ambigua, el ser humano es una “conciencia corporizada” y no el resultado de un cuerpo y de una
mente. Merleau-Ponty considera al cuerpo como una estructura donde la unión del
alma y del cuerpo no se lleva a cabo por un decreto exterior, uno objeto y el
otro sujeto, sino que se concretiza en cada instante durante el movimiento de
la existencia[1].
El mundo de la percepción es para él la “cuna de los significados”, la fuente
del conocimiento y permite edificar la ciencia. 
El
cuerpo es la sustancia material del hombre en oposición a la mente, al alma o
al espíritu, lo que nos puede llevar al problema de la relación del alma y del
cuerpo. Esta problemática de la relación de alma y cuerpo ha sido uno de los
más persistentes en la historia de la filosofía. Por ejemplo, el materialismo
reduce a la mente como una función de la materia porque niega la existencia
real de seres espirituales. Para mí, el cuerpo y el alma están unidos en una
substancia y una naturaleza que permiten que exista nuestro “yo”.
Mi cuerpo,
recinto de mi experiencia,
del pasado,
de lo que soy hoy.
Mi cuerpo,
recuerdo del ayer que queda vivo en el presente
y que abre posibilidades en un futuro incierto.
Mi cuerpo es el relato vivo de mi “yo”,
es un ser en movimiento jugando con los silencios.
Mi cuerpo me conduce en el abismo de luz de la errante vida.
Luisa Díaz
Yo me
cuestiono ¿qué sería la danza sin el cuerpo?; ¿cómo podría vivir la danza sin
el cuerpo?
La
danza es un arte que se realiza en un espacio, en un tiempo y con una energía,
y que es inseparable de los movimientos del cuerpo humano. Los bailarines, como
seres danzantes que somos, consideramos a nuestro cuerpo como un instrumento,
que es transformado por el entrenamiento diario. El cuerpo en la danza es un
cuerpo “cultivado”.
Al
contrario de los músicos, quienes al terminar de interpretar su música pueden
desprenderse de su instrumento, en el bailarín no existe una separación entre
el “instrumento/cuerpo” y su propio ser, creándose así una fuerte
compenetración: “la bailarina no sólo tiene un cuerpo sino que es su cuerpo”[2]. Aplicar la teoría del
“habitus” de Bordieu a la danza, para quien el cuerpo individual no puede
considerarse de manera independiente de una cultura y una sociedad, nos permite
relacionar al individuo danzante en normas o ideales sociales precisos.
Muchas
veces el público espectador al presenciar una coreografía compleja, como pueden
ser las de Kylian, Forsythe o Cunningham, llegó a preguntarme: “¿Cómo puedes
aprender tantos y tan complicadas combinaciones coreográficas?”, a lo que
respondía: “Repitiendo las secuencias coreográficas una y otra vez hasta que éstas
quedan grabadas en mi cuerpo de manera casi inconsciente. Aunque algunas veces
en el primer intento quedan tatuados los pasos en mi ser”.
A esta
explicación, que llegué de manera empírica tras todos los años de práctica
dancística como intérprete, puedo ahora enriquecerla con la dilucidación de Maxine
Sheets-Johnstone: “lo que la bailarina recuerda es lo que ha aprendido
cinestésicamente…puesto que la danza es una cuestión de movimiento, la memoria
de un baile de una bailarina no puede estar basada sino en su experiencia
cinestésica del movimiento que constituye la danza.”[3]
En
contraste, la improvisación rompe con lo establecido, con los hábitos y la
memoria. La danza improvisada surge en el momento mismo de su ejecución, por lo
que el bailarín debe estar atento al flujo de información interior, como son
las imágenes, preferencias, impulsos, y al flujo de información del exterior.
El bailarín en el instante de la ejecución debe decidir inmediatamente cómo
continuar teniendo múltiples posibilidades que pueden ir del orden al caos.
Luego entonces, el bailarín interactúa con el mundo y se deja afectar por él.[4] 
El
bailarín en el momento de la improvisación debe estar consciente del movimiento
que acaba de crear y realizar para pensar en el próximo, es decir que debe
anticipar en su imaginación el próximo paso, creándose así el concepto de “thinking in movement”.[5] 
Mi
cuerpo es la “fuente y origen de la experiencia propia de un yo encarnado y del
mundo material”.[6]
El bailarín entabla un diálogo corporal con la fuerza de gravedad, la inercia y
roce mediante la relajación, tensión y la postura del cuerpo permitiendo así
que surjan los movimientos y pasos de baile.
Concluyendo
y respondiendo a mi primera interrogante: ¿debemos considerar al cuerpo humano
como un objeto o como un sujeto? Podría decir que de cierta manera se le puede
considerar al cuerpo humano como objeto y sujeto a la vez, pero podría también
afirmar que es ninguno de los dos. El sujeto experimenta mediante su cuerpo
como objeto físico en el mundo, pero tampoco podemos afirmar que es un simple
objeto como los demás, puesto que es consciente de poseer una serie de
experiencias.
Quisiera
terminar posesionándome y re-creando la afirmación de Merleau Ponty: “El mundo no es lo que yo pienso, sino lo
que danzo en él”.
Bibliografía revisada
Costa, Malena. (2015). La propuesta de
Merlau-Ponty y el dualismo mente/cuerpo en la tradición filosófica. En Revista de Filosofía A parte Rei, Núm. 47,
septiembre 2015. Disponible en: http://serbal.pntic.mec.es/~cmunoz11/malena47.pdf
Alarcón, Mónica,  La espacialidad del
tiempo: temporalidad y corporalidad en danza. En Revista Anales
del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. XXXVII, Núm. 106,
2015. UNAM. Disponible en :
http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/2542/0
Merleau-Ponty, La phénoménologie de la perception, 1945. Dans
le cadre de : "Les classiques des sciences sociales". Une
bibliothèque numérique fondée et dirigée par Jean-Marie Tremblay, professeur de
sociologie au Cégep de Chicoutimi Site web : http://classiques.uqac.ca/, traducción Luisa Díaz.
[1] Merleau-Ponty, La phénoménologie de la perception, 1945, Dans
le cadre de : "Les classiques des sciences sociales" Une bibliothèque
numérique fondée et dirigée par Jean-Marie Tremblay, professeur de sociologie
au Cégep de Chicoutimi Site web : http://classiques.uqac.ca/ , traducción
Luisa Díaz, p. 123
[2]
Alarcón, Mónica, citando a Marcel,
Gabriel, en  La espacialidad del tiempo: temporalidad y corporalidad
en danza. En Revista Anales del Instituto de Investigaciones
Estéticas, Vol. XXXVII, Núm. 106, 2015. UNAM. Disponible en: http://www.analesiie.unam.mx/index.php/analesiie/article/view/2542/0, p. 117
[3] Alarcón, citando a Sheets-Johnstone,
ibídem., p. 119
[4] Ibidem., Cfr. p. 129
[5] Ibidem., p. 130


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